Las exposiciones Forjadores del Futuro, que se montaban en el pabellón Cuba, allá por la década de los 80, eran un reto a la imaginación y al espacio. En el recinto no cabía tanta ciencia e innovación de los jóvenes, y se extendían a la calle.

En la de 1981, el tecnólogo Adrián Hernández Chávez estaba afuera con su equipo: un retroacanterador (hace canteros para sembrar hortalizas), cuya innovación consistió en adaptar uno búlgaro para las condiciones de la agricultura cubana.

Fidel hacía un recorrido por la expo; “cuando salió a la calle, vino directamente hacia mí, me sorprendió, era un gran inquisidor y responder sus preguntas era difícil. Miró cada parte del equipo e inició las preguntas técnicas, las cuales respondí, pues en aquel entonces trabajaba en lo que es hoy el Instituto de Investigaciones Hortícolas Liliana Dimitrova, que tenía colaboración con Bulgaria.

Adrián, con pullover blanco, a la derecha de Fidel. Foto cortesía del entrevistado

“Lo novedoso era que el equipo original hacía un cantero y el nuestro tres. Fidel se interesó por su introducción a la práctica agrícola; ya se había probado, y le dije que había uno en la Empresa 19 de Abril, de Quivicán, el cual fue a ver después.

“Fidel hacía énfasis en generalizarlo en otras entidades, porque incrementaba la productividad y se podía avanzar mucho más en las plantaciones, lo que él mismo comprobó en la 19 de Abril. No me ponchó en las preguntas, pero ya el equipo no se utiliza por los cambios de tecnología en la siembra de hortalizas”.