A Jorge Maceo Lorenzo nadie le dice su nombre ni su segundo apellido, porque lleva 30 años batallando con la Arnaldo Ramírez y es demasiado conocido para que otros allí, en Primero de Enero, anden en formalidades.

Jorge Maceo Lorenzo en un receso, durante su Asamblea de Balance partidista; haciendo planes para próximas “batallas”. Fotos: Alejandro García

Es, además, un hombre pequeño de estatura que empezó siendo también “pequeño” en responsabilidades: al inicio, en una Unidad Empresarial de Base (UEB); luego, jefe de producción; y después, director de la Empresa. La mayoría de sus 800 trabajadores están acostumbrados a llamarlo Maceo, a secas. No podía ser de otro modo.

Demasiado práctico ha sido en palabras y hechos, como para verlo ahora desde una vitrina o desde la seriedad de una Asamblea de Balance del Partido, en la que se paró a decir que no podían seguir justificando lo injustificable. Dígase, la falta de iniciativas, “las alternativas que tienen que ser ley, obligadas”, consideró entonces.

Unos minutos después las traducía para Invasor.

“El humus de lombriz subió de 3.00 a 9.00 pesos, es verdad. Pero hay que sacar una cuenta. Nosotros aplicamos 24 litros por hectárea y la aplicamos cada semana; en el frijol vienen siendo ocho aplicaciones y eso da como ciento y pico de litros. Ah, lo que tienes que coger los frijoles buenos, cuando hay rendimiento sí se justifica”.

Maceo no se atreve a exageraciones: sabe que aun cuando su empresa ostente rendimientos por encima de la media del país, los abonos orgánicos no sustituyen a los químicos, sólo que “al no tenerlos, estos medios biológicos ayudan bastante”.

Sus resultados ya son patentes, aunque el año no haya cerrado, pues en octubre ya disponía de más de un millón de pesos para repartir. “Saca cuenta que La Cuba tiene 20 millones de pérdidas y nosotros, en medio de tantas dificultades, nos hubiéramos podido conformar con no perder”, aclara.

Los abonos orgánicos encontraron tierra fértil en la entidad.

La fórmula, además de en los medios biológicos, parece estar en su sistema de estimulación. Si hoy tiene “sólo” más de un millón de pesos, es porque antes ha ido distribuyendo por cultivos y colectivos. La cacofonía se explica:

Maceo vincula los hombres a un área y si allí ese cultivo rindió lo que esperaba y se cumplieron los indicadores que le permiten distribuir, pues ahí mismo estimula al final de la cosecha. “Es que tiene que ser así, en el reparto de fin de año coge todo el mundo y yo favorezco al obrero agrícola, al esfuerzo individual. Ah, si al final del año ganamos, distribuyo entre todos, pero primero al que está en el surco”.

Todavía no cree que La Empresa Agropecuaria La Cuba, su referente, pierda 20 millones de pesos este año y él vaya ganando con más de uno, en medio de un año convulso y de tropiezos. Y en ese sentido, dirigir la segunda mayor empresa de su tipo en la provincia pudo haber sido tan favorable como desfavorable.

“Teníamos la tierra, más de 850 hectáreas, y en el 2022 debemos incrementar otras 500, lo que pasa es que más que lo que germinó, creo que nos dio resultado buscar vías de escape”, confiesa.

Ahí está el ejemplo del fríjol; cuando no pudo realizar las ventas online con la Agroindustrial Ceballos, se fue a Yaguajay y Camagüey. Y cuando vio que el carbón empezó a trabarse por aquí, enseguida buscó un plan B con Jagüey Grande, aunque finalmente pudo exportar 12 contenedores con Ceballos.

Entre exportaciones y ventas online, roza los 250 mil pesos en Moneda Libremente Convertible (MLC), un ingreso que multiplica por ocho lo del 2021. No saca esas cuentas porque, casi al final de un brevísimo receso, prefiere hablar de lo que viene; del boniato de capa amarilla que va a exportar muy pronto; del dinero de las ventas al Turismo, que debe retornarle en moneda nacional y eso lo tiene medio incómodo; y de los 60 000 quintales de papa que deben seguirlo empujando en sus finanzas.

“Ahí estoy, batallando”, concluye, y sin querer le rinde honores a su apellido Maceo.